Jesús Ángel.
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El oficio viejo, la trilogía.

    Venderse es un oficio muy antiguo, el más antiguo de   todos, según se dice, y un fenómeno natural que se ha dado en todas las civilizaciones, en todas las culturas, y en todas las naciones desde que el hombre se empezó a organizar en sociedades, posiblemente antes.Portada de El putero. El hombre ha vendido desde siempre su trabajo, su fuerza, sus aptitudes, y hasta su alma, por un poco de dinero. Y la mujer ha vendido lo que tenía, su cuerpo. Mientras que se asociado a la gloria y otras virtudes positivas el hecho de matar masivamente, la guerra, se ha condenado como algo éticamente malo y negativo que una mujer venda su cuerpo por unas monedas. El riesgo de la guerra es la muerte, el riesgo de la pulsión sexual es la vida. Me parece que tenemos valores cambiados...

La pulsión sexual es algo que llevamos todos en la sangre, y la ejecución del acto sexual es producto de un instinto animal en ambos sexos, y por lo tanto precede a todo intento de protocolizar del mismo, en lo que siempre se ha llamado matrimonio, o institución similar. En algunas civilizaciones, como la de la antigua sociedad babilonia, se ha protocolizado también la prostitución, elevándola incluso al grado de lo sagrado.

No obstante, y quizá por el poder que da a la mujer sobre el hombre, se la ha rebajado moralmente, despreciando el dato objetivo de que en realidad la prostitución no es más que un acto humano, profundamente humano, en el que se mezcla el desahogo sexual con el comercio, en el que una persona paga, el hombre, y otra persona accede a un servicio temporal, la mujer, al margen de todo tipo de otra creencia y obligación. En muchas sociedades se intentó desde el principio someter tanto al hombre como a la mujer al Estado (léase clases dominantes, oligarquía, o mafia similar) mediante el permiso de este para mantener relaciones sexuales de modo oficial y permanente, entre las mismas personas, sea en un régimen monógamo, que es lo normal, es decir, de un hombre con una mujer, o polígamo o polilándrico en otras culturas, pero aunque sea un individuo con otro o más del otro sexo, siempre se trata de los mismos. Lo de cambiar de pareja sexual temporal o momentánea por dinero se ha visto como algo feo, condenable, y evitable..., aunque muchos de los que pueden hacerlo, se benefician de este comercio carnal.

La asocian a la esclavitud, y aprovechan para condenar ambas cosas, como si fuera lo mismo. Pero hay otros trabajos en que la esclavitud no es ajena, como obligar a firmar contratos de veinte horas semanales y exigir que trabajen cuarenta, bajo pena de expulsión del puesto de trabajo, con el arma de que hay muchas otras personas esperando a que les ofrezca tu puesto... Pero ese mismo argumento es a favor de la prostitución ejercida libremente por mujeres (a veces por hombres, en cuyo caso parece que no es tan condenable), una vez que se demuestra que no se trata de esclavitud sexual. Y ya que hablamos de esclavitud, quizá convendría saber por qué no lo es recibir un salario de €900 mensuales, cuando alquilar un apartamento en muchas de nuestras ciudades cuesta más de esa cantidad. Al fin y al cabo los esclavos del Imperio de Roma recibían comida y cama gratis... ¿Doble moral?

Evidentemente, vivimos en una sociedad Umú con una doble moral muy desvergonzada. Las prostitutas son condenables, y deberían ser prohibidas, se dice. ¿Por qué? A mi juicio, realizan una noble función social, pues dan a los que no pueden o no se atreven a obtenerlo de otro modo, algo que necesitan. Hay gente con muy baja autoestima, gente que no se considera merecedora de la atención femenina por diversas causas, y sin embargo por unos cuantos euros, a menudo bastantes menos de los que se piensa, pueden acceder a ese servicio.

Hace ya ocho años se me ocurrió escribir sobre este tema, pero no en modo condenatorio, crítico o moralista, sino todo lo contrario: de modo objetivo, y reconociendo a cada uno lo suyo. De 2011 a 2012 recogí datos de amigos míos expertos en el tema, leí libros, y pensé mucho sobre el tema. Y finalmente escribí El putero, una novela diferente, porque no es el hombre decente el que redime a la prostituta, sino que es esta la recupera a aquel. ¿Cómo? Lean ustedes el libro, y se enterarán de ello.

El segundo volumen, Umú, la hetaira de ébano, presenta también el contraste entre dos mujeres, dos razas, dos etnias, dos sociedades, entre una mujer que se ve forzada a buscar la prostitución como liberación, y otra que la elige libremente, sabiendo lo que hace, y dando al lector materia para pensar sobre las falacias que siempre han rodeado a esta profesión.

Este libro fue el Libro del año, hasta el 31 de diciembre, pero aún puede usted leerlo por poco dinero en Amazon en español o en inglés, y en Esperanto totalmente gratis.

El tercer volumen está en estado de concepción y escritura desde hace varios años, pues refleja otra faceta de la prostitución, el de la guía y protección de este tipo de trabajadoras: El proxeneta feliz, del que hay un adelanto en mi libro Cuentos aconvencionales, de próxima aparición.


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