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27 ensayos.JESÚS ÁNGEL.

Paranoia.


Hay mucho miedo en el ambiente. La gente transige con la pérdida de sus derechos porque tiene miedo. Sí, hay gente que protesta y provoca  muchas movidas, a veces con exceso de violencia, y a eso se agarran los que viven de este estado injusto de cosas para perpetuar el sistema injusto que vivimos. Porque lo toleramos porque tenemos miedo.

¿Miedo a qué? No a una vida peor, pues vivimos peor que antes. No a la inseguridad, pues cada vez hay más inseguridad ciudadana. No a que nos roben, pues cada vez nos roban más, y casi siempre impunemente. No, yo creo que es simplemente miedo a movernos. Como si nos creyéramos que los que nos roban y abusan de nosotros van a dejar de hacerlo si nos estamos quietos y callados.

Nos persiguen, sí, y nos roban y nos violan a diario en nuestros derechos. Pero tememos demasiado y transigimos en cosas que van desde lo nimio hasta lo más importante.

Hace poco tuve una absurda discusión con un informático que me decía que las prescripciones que nos mandan desde el hospital vía internet han de ir encriptadas por si acaso los hackers pueden abrir el pdf. Le doy a entender que si su hácker puede descubrir la clave de mi cuenta de correo, con la misma facilidad descubrirá la que él le pone a mi pdf, y entonces recurre al argumento de todos los incompetentes: son órdenes, y además la ley lo dice. Que el responsable de su disparate sea el jefe de quien lo comete, o el Ministro del ramo, no demuestra que no sea disparate ni que deba hacerse. Pero es una muestra más de la paranoia circundante.

Otro disparate mayor con el que  transigimos todos indebidamente es lo que pasa en los aeropuertos: se nos somete a un control vejatorio antes de subir al  avión, como si fuéramos criminales, dejando la presunción de inocencia como un lujo de tiempos pasados. Todos hemos visto el final de la película “Casablanca”: el personaje interpretado por Ingrid Bergman va andando desde la puerta de la terminal hasta el avión y se sube a él sin que nadie la cachee ni le haga quitarse los zapatos ni tenga que mostrar lo que lleva en el bolso, quizá unas tijeras para cortarse las uñas. Eso ocurría en plena Guerra Mundial. Pero no había tanta paranoia como ahora.

Ahora todos somos criminales en potencia. Todos podemos llevar un arma, y todos podemos intentar  secuestrar un avión para estrellarlo contra la sede del Gobierno o del Parlamento, que algunos creen la sede de la soberanía popular. O sea, que todos podemos estar locos, ser malvados y poner nuestros bajos instintos al servicio de nuestro fanatismo. Y la única alternativa para no ser vejado, parece ser, es no viajar en avión.

Pues miren ustedes: quédense con su avión y con su paranoia. Métanselos en donde les quepa, que a mí ya no me caben ni sus torpes normas, ni paranoias, ni sus embustes, ni el maltrato  al que por sistema nos tienen ustedes sometidos. Y no se atrevan a decirme que es por nuestro bien. Por nuestro bien deberían ustedes gobernar y no por el de su partido o el de la Emperatriz de Europa, Ángela Mérkel. Por nuestro bien deberían ustedes promover y procurar una enseñanza decente, y no ratear con el número de profesores ni de las ayudas para libros, ya que ustedes no han tenido la valentía de hacer lo  que se decía inicialmente en la LOGSE: enseñanza sin libros. Claro que al anunciar eso no habían contado ustedes con los lobbies de las editoriales y quienes las sustentan. Si se preocuparan ustedes de nosotros, nacionalizarían ustedes la electricidad, la telefonía, correos, los transportes y demás servicios de utilidad pública, en lugar de privatizarlos, como hizo en malhadada hora el Presidente Aznar sin que ocho años de socialismo tuvieran tiempo de deshacer ese grave entuerto que ahora nos pasa factura a todos los españoles. Si a ustedes, políticos, les interesara el bienestar de los ciudadanos que les pagamos el sueldo, antepondrían ustedes España a Europa, yéndose de esta si por quedarnos se amenaza la supervivencia de aquella. Pero no tendrán agallas ustedes, no. Una cosa es abusar del pueblo mediante los medios de coacción que tienen ustedes a su disposición, y otra cosa es enfrentarse a sus iguales de otros lares.

No, ustedes no se preocupan de nosotros. Ni hacen nada por que este estado paranoico de las cosas desaparezca, sino que, al revés, lo promocionan. Porque un pueblo acobardado  es más fácil de dominar y expoliar. Garantías que teníamos, a pesar de todo, durante la Dictadura, ya no las tenemos. Ustedes, pseudo demócratas, están haciendo bueno a Franco: en aquella época había terroristas armados, pero nosotros podíamos acceder al tren en cuanto llegaba a la estación y no sólo unos minutos antes. La policía ponía controles de carreteras cuando buscaba algún terrorista o criminal peligroso, como El Lute, pero no para ver si podía recaudar alguna que otra multa. Las multas no era válidas si el policía no te paraba y te informaba de la denuncia. Las multas no eran tan abusivas que superaran tu sueldo de un mes. No te privaban de tu derecho a recurrirlas con el señuelo de que te descontaban el 50% si no lo hacías. Y un largo etcétera que veo que se va incrementando de día en día, cada vez que  un político se cree más listo que los demás  al descubrir que «por el bien de la causa» (por perversa que esta sea) está bien disminuir los derechos de todo un pueblo que no lucha por ellos. Como subirnos el precio del kilovatio-hora cuando se pasa de cierta cantidad, porque hay que ser solidario. Hay que ser solidario por cojones. Y si no, te aplicamos esa multa automática contra la que no cabe recurso alguno. O el proyecto que, según he leído en internet, tiene el gobierno de incrementar al doble el precio del kilovatio-hora de ocho a diez de la noche, que es cuando las empresas están cerradas pero los trabajadores están en casa limpiando, descansando, cenando, viendo la televisión, o realizando cualquier otra cosa que sí requiere el uso de energía eléctrica. Decir que el total del coste durante todo el día es el mismo que ahora parece una burla, porque nadie se deja las luces encendidas mientras está en el trabajo. Ni cenamos a obscuras de ocho a diez. Pero es una manera de financiarles la electricidad a las empresas. Es una ocurrencia del que criticaba las del anterior Presidente del Gobierno: el actual Presidente del Gobierno.

Pero lo que puede hacer el pueblo en su dinámica de no hacer nada es no ir a votar. MIENTE QUIEN DICE QUE VOTAR ES UNA OBLIGACIÓN. Ni cívica, ni ciudadana ni pueblerina: es un derecho. Y los derechos se ejercen cuando a uno le da la gana. Tenéis derecho ir al cine, pero vais sólo cuando os da la gana. Tenéis derecho a pedir una beca, pero la solicitáis si os da la gana, no estáis obligados. Tenéis derechos, como socios del Real Murcia, a ir a los partidos, pero sólo si os da la gana. Tenéis derecho a estudiar en la universidad (si tenéis el dinero que cuesta), pero lo haréis sólo si os da la real gana. Tenéis derecho a vestiros de huertanos en la Semana de Primavera, pero sólo si os sale del bolo. Tenéis derecho a ir a las procesiones de Semana Santa, pero sólo si os apetece, aunque sea si Dios quiere. Por eso os pregunto: ¿os da la gana apoyar a esta casta que nos expolia y nos priva de nuestros derechos día a día? Pues la verdad, a mí no. Y no podréis evitar que yo piense que los que sí os da la gana me estáis haciendo una putada. Aunque tengáis derecho a hacérmela. Porque ya que estos tíos pasan de nosotros, veamos si pasan de nuestro voto. Si lo quieren, que se lo ganen.

Quizá el día en que nos neguemos a votar sea el primero que vivamos sin paranoia.


 Si no estás de acuerdo, estudiaré encantado las críticas que tengas a bien enviarme a mi dirección.




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